En nuestro último blog hablamos de la realidad de bienestar y convivencia en los colegios. Encontramos que sólo el 40% de los colegios tiene mecanismos para identificar la violencia, el 12,5% mecanismos para cuidar la salud mental, y 33% tiene acompañamiento psicosocial y formación al docente para prevenir autolesiones.
Cifras que vienen acompañada de una tendencia regional en que cada 12 minutos hay un caso de violencia dentro del colegio, que según una lectura más completa, nos permite concluir que de los casos de bullying sólo el 40% (y eso) estará identificado; y el resto pasará a un cúmulo de experiencias negativas por el doliente que, en sus 14 años de vida escolar, tendrá 1 a 3 de probabilidades de salirse del colegio.
Entonces cuando hablamos de bienestar hablamos de dimensiones más complejas que “una pelea por un partido de fútbol” o “un comentario malintencionado”, hablamos de la percepción del estudiante consigo mismo por muchos años de su vida, y las limitaciones mentales que se irán formando a medida que pasa el tiempo. Cuando hablamos de bienestar hablamos de plenitud, de amistad, relaciones de paz dentro del colegio y con uno mismo.
Entonces, ¿cómo medir qué tanto bienestar hay dentro de un colegio? ¿Qué tiene que hacer para que haya bienestar dentro del colegio? Responderemos la primera pregunta y dejaremos la segunda para la próxima semana.
Son varias variables para medir el bienestar en el colegio: salud mental y emocional, convivencia e inclusión, sexualidad y género, alimentación y vida sana, e integridad física y seguridad.
Ahora, no todos los colegios deben seguir las mismas políticas genéricas enmarcadas por una normatividad general. Cada colegio es como un ordenamiento en que los actores se van regulando con sus propias reglas autónomas y culturales. Por lo tanto, es importante que cada dirección de bienestar conozca las dinámicas del colegio, sus actores, los recursos disponibles; y que pueda identificar quiénes son los líderes de la institución para que se propongan unos objetivos y metas a cumplir para cada mes, y así fortalecer las relaciones dentro del colegio.
En esta identificación de las necesidades hay que ver si el colegio es mixto, masculino o femenino; si hay un equipo dedicado a la convivencia o no, y qué tanta frecuencia e incidencia de violencia hay. También es muy importante tener aliados institucionales que les ayuden a entender qué está pasando en los otros colegios, qué medidas están tomando y cómo pueden crear un brazo organizacional que les ayude más que el mismos sistema nacional de convivencia.
Al final, como la naturaleza misma, un buen índice de bienestar y convivencia es una causa de un mejor desempeño académico, un mejor desarrollo de personalidad y un adecuado sistema de autorregulación de las emociones. Un colegio con bienestar es un espacio más seguro, saludable e inclusivo.
Entonces, ¿cuándo necesitamos un equipo de convivencia? O, mejor aún, ¿por qué y para qué tener una dirección de bienestar? En nuestro próximo blog hablaremos de esto.
Pd: la última actualización de nuestro software ya está disponible, tenemos 30 colegios en la lista de espera; ¿qué están esperando? En esta nueva actualización podrán definir el perfil psicológico (si es autónomo, impulsivo, evitativo o aislado) del estudiante, y los planes de acción para fortalecer sus competencias socio-emocionales.
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